El destacado científico chileno conversó con Valora y compartió interesantes aspectos de su vida.
El legado científico de Humberto Maturana, que se desprende del paradigma planteado por su completa investigación -la Autopoiesis-, ya tiene más de 40 años y los resultados de sus estudios se siguen aplicando a campos de investigación tan diversos como la biología, la medicina, la educación, la filosofía y la psicología cognitiva.
Actualmente, el reconocido biólogo está volcado a Matríztica, organización creada junto a Ximena Dávila, cuyo objetivo es la investigación de la biología cultural. Además, este proyecto le ha permitido encontrar n espacio nuevo en el cual desarrollar su imaginación y su quehacer. Por lo anterior, se considera un gran afortunado pues le da la posibilidad de seguir trabajando en aquello que le interesa.
En su larga trayectoria, ha sido testigo de significativos cambios sociales, como la creación de Internet, dispositivos tecnológicos, etc. ¿Ha incorporado estas tendencias a su vida?
No las he incorporado tanto. Veo y observo algunas cosas que suceden con ellas, pero yo no me conecto a WhatsApp, Twitter o Facebook, aunque soy usuario de Internet, por supuesto.
Si de acuerdo a su lógica, la convivencia se da en el lenguaje, ¿qué opinión tiene con respecto al tipo de relaciones que se establecen actualmente en nuestra sociedad, donde se dialoga cada vez menos debido al uso de la tecnología?
El lenguaje tiene que ver con las coordinaciones de sentires, haceres y de las emociones en la convivencia, a través de cualquier medio. Puede ser sonoro, gesticular, musical, etc.
Es una dinámica recursiva de sentires. En el conversar, lo que guía es la emoción en la que se da el encuentro y éste puede ocurrir dónde sea: Internet, banderas, etc. El tema no es que nos comunicamos menos si no de qué hablamos. La tecnología es un instrumento y mientras no dejemos que nos domine, supongo que podremos usarla de la manera que más nos guste.
Sus teorías y todos sus pensamientos han sido aplicados por largo tiempo en las organizaciones, ¿cuál cree usted que es su mayor aporte en esta área?
Yo creo que en la medida que se haya usado para entender lo que se hace a través del conversar y del escuchar, podría ser un aporte importante. Se han tratado de hacer programas para diseñar las conversaciones, dándole cierto formalismo. Lo central en todos los casos, es analizar la emoción desde donde se hacen los encuentros. Y lo que se hace en el trabajo con las organizaciones tiene que ver con eso, con lo que se quiere hacer o no en la coincidencia, colaboración, conspiración, en un proyecto común.
¿Los mosquitos son elegantes?
El interés de Maturana por responder interrogantes imposibles lo ha llevado a ir muy lejos en el campo de investigación. El planteamiento de su teoría considera a los seres vivos como sistemas cíclicos cerrados, que se auto producen, y en esa línea de pensamiento encontró concordancia en el sistema nervioso.
Por otra parte, la necesidad de descubrir qué es aquello que permite entender las cosas, interactuar con otras personas y conocer el efecto de las motivaciones que se generan en nuestro interior, es lo que lo mantiene absolutamente alerta y enfocado.
Su contribución a la educación es innegable, ¿hay algo que se haya propuesto legar desde su conocimiento?, ¿está completa su tarea o tiene pendientes?
Yo nunca me propuse completar una tarea, lo que yo he hecho es seguir ideas y buscar respuestas a interrogantes que yo me he planteado. Solo he ido viviendo mis tareas, sin pensar que se van a terminar, y hago lo que me toca hacer con la dedicación completa en cada caso.
En la educación, para mí lo central ha sido el encuentro con los estudiantes. Pienso que es un regalo maravilloso compartir con gente inteligente, abierta y dispuesta a escuchar. Mi intención como maestro es generar siempre espacios que resulten interesantes para ellos y para mí.
¿Cree que algunas de las experiencias vividas en etapas tempranas, contribuyeron a plantearse algunas de las preguntas que después ha desarrollado en su Carrera profesional?
Yo tuve la fortuna de vivir en una época en que los niños podían hacerse sus propios juguetes. Mi familia era modesta económicamente, yo me fabricaba objetos para diversión, eso implica una libertad reflexiva y de imaginación que abre los espacios.
Durante mi infancia no existía la radio, ni teléfono, ni menos TV, que es de una época posterior, por tanto no crecí amarrado a ninguna tecnología. Yo pude jugar en la calle con otros niños y caminar por los cerros durante la época en la que viví en Valparaíso. Para mí el mundo era un lugar abierto para descubrir y preguntar, de esa forma sentía la libertad de cuestionarme cualquier cosa sin limitaciones. No tenía miedo pensar: ¿Los mosquitos son elegantes?
¿Cuál de los reconocimientos que ha recibido ha sido para usted el más importante y por qué?
El principal reconocimiento es cuando me reencuentro con mis ex estudiantes y veo que me recuerdan con cariño, me dicen que fui importante en sus vidas. Ese es el mejor que uno puede tener.
Dentro de las distinciones oficiales, está el Premio Nacional de Ciencias (1994), porque es un regalo de la comunidad, de un país, que tiene que ver con el aprecio que sienten las personas por lo que uno ha realizado en el ámbito académico.
¿Qué representa para usted la creación de Matríztica y cuáles son sus principales objetivos?
Para mí, la creación de Matríztica fue una gran oportunidad de reflexión, de acción y de desarrollo profesional en un ámbito completamente nuevo, que surgió del encuentro con Ximena Dávila.
En esa época había quedado fuera de la universidad, aunque era profesor emérito, y tuve que ganarme la vida de otra forma.
Nuestra orientación fue preocuparnos por las personas y qué ocurre en nuestro vivir como seres sociales. Tenemos el objetivo de entender y explicar de qué clase somos, que en ocasiones nos importan las consecuencias de lo que provocamos en otras personas, a veces queremos evitar los daños que pudiéramos generar, pero a veces no.
A sus 86 años, ¿cuál ha sido la mejor etapa de su vida y por qué?
Mirando retrospectivamente yo me siento muy afortunado. Aunque crecí en una familia modesta, pero llena de afecto, estoy agradecido de mi vida en cada una de sus etapas, pues en todas se ha presentado una oportunidad de hacer cosas interesantes.
He cometido muchos errores sin duda, he sido muchas veces tonto y ciego también. Una vez, del colegio llamaron a mi mamá porque en una entrevista yo había sido el único niño que había dicho que era feliz. Las autoridades querían conocer a la singular familia donde el hijo decía que era feliz.
Me siento agradecido del cosmos, de mi país, de la universidad, de mi madre, de mis compañeros de trabajo, de todos. Y en este momento de mi vida, estoy muy content con lo que estamos haciendo en Matríztica.