Vivimos un momento país donde el crecimiento es más bien un estado de estancamiento. Peligro para Chile, pues hay muchos factores externos e internos que enfrentar. Sin embargo, hay esperanza, siempre y cuando se logren establecer estrategias, específicamente en política monetaria y fiscal, que lleven al país a la cima del desarrollo.
Por Virginia Lira Videla
Desde 2014, una bruma de pesimismo, incertidumbre y desconfianza cubren al país. Lentamente las altas expectativas que estaban puestas en el segundo gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet se fueron desintegrando hasta llegar a los niveles de descontento que reflejan hoy las encuestas.
La principal razón se atribuye a las ideas reformistas en las principales áreas de desarrollo del país, donde se comunicaba el qué, pero nunca el cómo, incrementando así los niveles de incertidumbre y llevando a prácticamente paralizar la inversión en ellas.
Los más pesimistas -muchos de ellos conocidos expertos- se atrevieron a pronosticar el futuro de la nación utilizando la terrible palabra ¡recesión!, para espanto del mercado.
Pero lo cierto es que aún hay posibilidades de retomar el camino a la cima, escogiendo las estrategias correctas que permitan sortear las dificultades macroeconómicas e impulsar el crecimiento antes de caer al abismo. Y los responsables de esta decisión son los ministros y -por supuesto- la Presidenta, quienes saben que los principales resultados dependerán de la política fiscal, que es uno de los asuntos pendientes más importantes a corto plazo.
Pero antes de conocer la opinión de nuestros entrevistados, debemos revisar el momento país, porque ciertamente el hilo que separa el crecimiento discreto del estancamiento es -actualmente- muy delgado.
La inversión sigue sin reactivarse a pesar de los créditos ofrecidos por bancos internacionales, como JP Morgan, que anunció a fines de marzo que iba a mejorar su recomendación para la bolsa chilena, pasando de subponderar a sobreponderar. Así y todo, la respuesta fue nula. No existen proyectos en cartera, la inversión minera está casi paralizada y hay varias amenazas externas e internas que influirían en el leve crecimiento que solo se empinaría por el 1,5%, de acuerdo a estimaciones del FMI.
Los precios más bajos del cobre, la debilidad de la demanda externa y las condiciones financieras más restrictivas, son factores de influencia que deberían quitar el sueño a nuestras autoridades, o -al menos- mantenerlos ocupados.
El país tiene un prestigio en cuanto a la fortaleza de sus fundamentos macroeconómicos, por eso es relevante saber qué harán los responsables de los ministerios de Hacienda y del Banco Central para mantener a raya la inflación y ajustar con éxito la política monetaria y fiscal del país.
De estable a negativo
El economista de Gémines, Alejandro Fernández, reconoce que sus proyecciones tienen fama de pesimistas, pero él se declara más bien un observador de hechos y realidades.
Concuerda en que Chile ha exhibido fortalezas muy grandes, como su baja deuda pública y que ésta -en términos netos- ha sido negativa, pero explica que la trayectoria es lo más importante y que, en nuestro caso, ha sido mala durante los últimos 8 años. Por otro lado, la deuda neta ha subido 20 puntos del PIB y esa tendencia no es en absoluto tranquilizadora.
“El aspecto fiscal ha sido uno de los fundamentos más importantes de la estabilidad macroeconómica chilena y de los aspectos más valorados en el exterior de nuestra institucionalidad, pero en estos años se ha desdibujado y ha perdido tanto claridad como credibilidad”, declara el economista.
Fernández sostiene que si el Gobierno no actúa de aquí a fines de septiembre, (antes que se informe la Ley de Presupuestos 2017), esta debilidad se podría traducir en un cambio de perspectiva en algunas de las clasificadoras, llevando a Chile de la valoración “estable” a “negativo”.
Es un cambio que ya ocurrió en Colombia y China, y Brasil es el caso más evidente de deterioro fiscal en el vecindario, donde tampoco se han tomado medidas para acotar ese deterioro y revertirlo.
Si esta amenaza de revisión se concreta y se baja la clasificación, el efecto va a ser -en primer lugar- un alza en el costo permanente del financiamiento para el Gobierno, porque será más caro endeudarse para costear el déficit fiscal, y las empresas privadas nacionales o extranjeras que quieran invertir deberán pagar más para conseguir los fondos para sus proyectos.
“El desafío macroeconómico más grande que enfrenta Chile hoy es el fiscal. Pero si la economía interna lograra crecer con mayor velocidad que la mostrada en estos últimos 3 años, se facilitaría la solución del
problema. Por tanto, el otro gran desafío es el crecimiento. Lamentablemente, no creo que las decisiones que debieran tomar las autoridades ante este problema puedan resolverse de forma muy brillante. Y no he mencionado lo que aún está por resolverse: generar una trayectoria creíble de convergencia hacia el balance estructural y cómo enfrentarán las demandas de gasto de los próximos 2 años”, comenta Alejandro Fernández.
Un buen liderazgo
Tomás Flores, economista y académico de la Universidad Mayor, difiere del gerente de estudios de Gémines, ya que ve fortalezas en las posibilidades que tiene la actual administración.
En conversaciones anteriores, Flores nos manifestó sus altas expectativas por la llegada de Rodrigo Valdés al Ministerio de Hacienda, pues su presencia en esta cartera le infunde confianza.
“Mi percepción no ha cambiado. La gestión del ministro Valdés ha contribuido a hacer las modificaciones necesarias en relación a lo que venía ocurriendo con el ministro anterior. La primera tarea exitosa fue transmitir un realismo fiscal; comunicar al interior de la coalición gobernante que se ha producido un cambio importante en las condiciones económicas y que hay sacrificios asociados como recortes de gastos. A mí me tocó implementar varios en su momento y la reacción de los servicios públicos fue bastante complicada. Esta primera tarea -de traer realismo a la ejecución fiscal para 2016 y también para el 2017- requirió un esfuerzo sustancial, pero logró cambiar el curso que tenía la política fiscal hasta ese momento. Además, envió un claro mensaje de que probablemente esta señal de austeridad no será la última que deberá realizar la cartera de Hacienda”, afirma el economista.
Y agrega que es momento de ser mucho más cautelosos con el gasto público de lo que se fue durante la gestión anterior. “Moderar el impulso fiscal es la respuesta a este nuevo contexto económico y todo ministro de Hacienda eficiente debería hacerlo”, afirma el ex Subsecretario. Y concluye aplaudiendo el hecho de que Rodrigo Valdés haya resistido la crítica interna que debió generar esta decisión y lograra el objetivo.
Domando la inflación
El contexto internacional cambió radicalmente para América Latina, pues se produjo -desde el año pasado- una caída importante en el precio de los commodities, generando la debacle entre países petroleros que se encuentran en recesión como es el caso de Venezuela y seguramente será el de Ecuador.
Chile también ha contemplado la decadencia de la era gloriosa del cobre, con la consiguiente contracción del rubro minero. Al disminuir los ingresos por el metal rojo, desaparecen los fondos para financiar la política fiscal y las reformas, y esta realidad ya fue comprendida por las autoridades. Ahora se requiere definir la política monetaria, para que permita hacer frente a uno de los factores que más preocupa a economistas, autoridades y ciudadanos por igual: la inflación.
Ésta se ha mantenido del orden del 5% por casi 2 años, y la responsabilidad recae principalmente en Banco Central. Por ello, Fernández critica de cierta forma el proceder de la institución.
“Creo que la actitud ha sido algo contemplativa y no se han implementado las políticas necesarias para enfrentar esta situación. Y a pesar de todo, la credibilidad del Banco Central sigue vigente. La inflación ha estado fuera de rango por más de 2 años, pero se han tomado decisiones en contra de reestablecer su convergencia al interior del rango meta, y aunque la economía da señales crecientes de debilidad, no se atreven a subir la tasa de interés para controlarla”, afirma Fernandez.
Además, asegura que este año -a diferencia de los anteriores- tiene la tarea más fácil, porque la devaluación de la moneda local se acabó.
“Las monedas de los países emergentes tienden a moverse en paralelo cuando ocurren shocks globales, por lo que no debería pasar más tiempo sin que la tasa
de política monetaria (TPM) suba de nuevo. Durante este mes debería ascender a 3,75% y al menos una vez más en los meses siguientes”, declara Fernández.
A comienzos de abril, el Consejo del Banco Central acordó mantener la Tasa de Política Monetaria (TPM) en 3,5%, decisión que era ampliamente esperada por el mercado, reafirmando el sesgo restrictivo. En tanto, las tasas de interés de largo plazo de las economías desarrolladas se mantuvieron bajas, las perspectivas de crecimiento global no muestran cambios relevantes y los precios de las materias primas tuvieron movimientos contrapuestos durante abril.
Los informes presentados por el Banco Central revelan que en marzo la inflación fue menor que lo previsto y su variación anual se ubicó en 4,5%. Las perspectivas indican que permanecerá por sobre 4% por algunos meses, mientras que las expectativas de inflación a 2 años plazo permanecen en 3%.
¿Cómo crecer?
Hace algunos años, nuestro país ocupó el primer lugar como economía de LATAM, en el tradicional ranking Doing Business. Hoy está en la cuarta posición.
Sin duda, los esfuerzos por crecer deberían ser la puerta de salida al momento crítico económico actual. Sin embargo, el menor impulso fiscal en comparación con 2015 y una recuperación más lenta de lo que se esperaba en la confianza de empresarios y consumidores, son razones que estarían frenando al crecimiento por debajo del potencial.
Pero se han hecho intentos. Fue bien recibido el anuncio de las 21 medidas de la Comisión para la Productividad que preside el economista Joseph Ramos.
En cuanto a las 22 medidas propuestas por el Gobierno, también fueron celebradas por expertos internacionales como Stephan Danninger, del FMI, quien en entrevista con el Diario Financiero declaró: ”Damos la bienvenida al último anuncio que permitirá a inversionistas institucionales, como compañías de seguros y fondos de pensiones, financiar proyectos de infraestructura. Esto ayudará a reducir las restricciones presupuestarias del gobierno, a elevar la demanda en un momento de bajo crecimiento, y permitir al gobierno mantener su fuerte posición fiscal”.
Los observadores internacionales también aseguran que hay variables que podrían ayudar a crecer sobre el 3%. Mejor infraestructura, educación superior de calidad y capacitación laboral pueden potenciar el desarrollo del país, al igual que las reformas en los ámbitos de energía y educación.
Queda por resolver la pérdida de dinamismo del mercado laboral, tanto en empleo como en salarios, lo que estaría minando la recuperación del consumo privado.
Las expectativas del recambio político también tendrían una cuota de influencia. De hecho, con la mirada puesta en el gobierno de 2018, Tomás Flores afirma que espera un cambio en relación al sistema de gestión pública y a la manera como se implementan las nuevas propuestas de política pública.
“Lamentablemente el populismo existe en todas las bancadas políticas, no es patrimonio de un solo partido. La coalición que llegue al poder en 2017 debiera traer orden a la gestión, mayor preparación y densidad intelectual en las reformas que se proponen, dejando atrás improvisaciones de última hora. No es fácil predecir si esto continuará igual, porque depende de múltiples factores de amenaza, pero en cuanto al clima político, creo que en la medida que se abre la puerta para que todo pueda ser discutido, no es fácil volverla a cerrar”, concluye el economista de Universidad Mayor.