Los altos porcentajes de intolerancias que se están presentando en la población han llevado a las personas a buscar nuevas fuentes de alimentos, libres de colorantes, saborizantes y pesticidas. Es así como lo orgánico suma cada vez más adeptos.
Por Virginia Lira Videla
A fines de 2015, la Fundación Creciendo con Alergias, que agrupa a niños y padres que experimentan sensibilidad a ciertos alimentos, informó que de acuerdo a sus registros, en Chile existen cerca de 4 mil familias afectadas por alergias alimentarias. Y la solución es una; buscar productos alternativos para nutrirse y lograr un normal desarrollo.
Es en esta búsqueda que en 2013, en la VI Región, un grupo de 12 familias se organizó para comprar frutos orgánicos a productores que les garantizaran el origen libre de pesticidas y fertilizantes químicos. Se hicieron llamar La Cosecha, y gracias a que lograron estructurarse muy bien, estrecharon lazos de amistad y confianza con productores de Pichidegua y San Vicente de Tagua Tagua. Hoy, ya son alrededor de 90 familias, y de este total participan de manera activa cerca de 30.
Eco productores
Los productos ecológicos son los que basan su sistema de cultivo en la utilización óptima de los recursos naturales, sin emplear productos químicos como fertilizantes solubles, herbicidas y fungicidas, entre otros, u organismos genéticamente modificados. Esta forma de cultivo permite conservar la fertilidad de la tierra y actúa de manera amigable con el medio ambiente.
Laura Hernández es la vocera de Kulko de Tagua Tagua, organización comunitaria de productores integrada por 6 personas, que distribuye sus productos en Rancagua, San Fernando y otras localidades de la VI Región.
“Funcionamos como agrupación hace 1 año, tras encontrar un espacio de convergencia, donde pudimos intercambiar semillas y participar de talleres en los que aprendimos que además de hortalizas y frutas, se pueden conseguir productos de origen animal, ya que no todos nuestros compradores son veganos o vegetarianos”, comenta Laura.
Respecto al aumento de la demanda de productos orgánicos, Laura afirma que la principal razón de este crecimiento es la concientización del daño que puede producir
una mala alimentación, pues llegan muchas personas que tienen a un familiar enfermo, por lo que deben cambiar su forma de comer.
“Muchas personas con intolerancias a ciertos productos o con cáncer, nos han contactado, pues debieron cambiar completamente sus hábitos. Creo que como sociedad, nos hemos limitado a comprar lo que nos ofrecen, dejando de lado todo el conocimiento ancestral de la agricultura y de los alimentos de origen animal”, explica Laura.
En este último punto aún hay bastante por hacer, porque la carne de vacuno, ave y otros animales de corral, es más compleja de conseguir. Los permisos sanitarios para comercializarla son exigentes e imposibilitan su venta en mercados agroecológicos.
“Como agrupación, hemos apoyado a los productores de pan, miel y mermeladas, pues necesitan acceder a estos permisos para comercializar sus productos, pero como Kulko, estamos enfocados en darle una solución al tema de la carne, para que en el corto plazo, puedan ingresar también al mercado, pues el ganado es alimentado y cuidado bajo las políticas del bienestar animal”, asegura Laura Hernández.
Mejor acceso al precio justo
Con el objetivo de acercar al productor a la comunidad, desde octubre de 2015 opera en forma mensual el primer Mercado Agroecológico-Orgánico en Rancagua, en el que participan tanto emprendedores ecológicos, como artesanos, artistas y autoridades locales.
Este espacio, a diferencia de las ferias libres, permite no solo comercializar, sino que fomenta el aprendizaje y la expresión cultural, sumado a la interacción social.
Sus creadores, el matrimonio compuesto por Juan Carlos Ruiz y Joyce Cifuentes Riffo, también son miembros de La Cosecha y afirman estar muy agradecidos del apoyo del Consejo Regional de Desarrollo del Barrio Centenario, que confió en su propuesta y facilitó las dependencias para realizar esta actividad.
“Lo que hacemos aquí persigue fomentar la agricultura ecológica y busca desarrollar un modelo sustentable de negocio, donde se generen beneficios mutuos y en equilibrio para las familias compradoras y los productores locales. Nos alejamos absolutamente del modelo comercial actual que promueven las grandes cadenas de supermercados, incluso las ferias libres”, explica Joyce.
Este mercado reúne oferta y demanda, sin intermediarios, e incluso -para apoyar la venta de los productos- se considera el trueque. “Esperamos que la comunidad comience a redescubrir los sabores y olores que componen los productos limpios de químicos, reencontrándose con alimentos frescos, provenientes de una producción local sostenible”, asegura Joyce.
Además de los productores aledaños, se sumaron algunos que trabajaban con el programa de apoyo Prodesal (INDAP) de Champa, Paine, Isla de Maipo y Quinta Tilcoco, entre otros.
El impacto positivo que este modelo ha producido en la comunidad de Rancagua, es notable. Además, replicable a cualquier comuna que desee organizarse para fomentar una vida sana.
“Se requiere del compromiso de las municipalidades de la región y organismos de Gobierno, como Sercotec, Indap y Seremias, entre otros. De esa forma, se puede gestionar el espacio apropiado, que debe contar con baños, energía eléctrica, etc. Además, se debe solicitar flexibilidad en los permisos reglamentarios para pequeños productores que se encuentran en una etapa primaria”, comenta Joyce Cifuentes.
Los adherentes a esta forma de vida tienen como propósito difundir de manera incansable a la comunidad, el mensaje de que cada uno de nosotros debe tomar conciencia de qué es lo que lleva a su mesa, pues finalmente es lo que está alimentando al cuerpo.