Por Álvaro Fischer Abeliuk, Director de Resister
A mitad del segundo gobierno de Michelle Bachelet, dos tercios del país desaprueban su gestión. Sin embargo, la Presidenta se manifiesta satisfecha que la “obra gruesa” de las reformas están ya instaladas, y que solo resta hacer “las terminaciones”. Pero, por otra parte, sus asesores
–preocupados por los resultados de las encuestas- han comenzado a abandonar la agenda reformista como eje de su programa, y están reorientando sus esfuerzos hacia el crecimiento económico.
¿Cómo entender esta coyuntura? En los primeros 24 años de democracia, ambos conglomerados políticos estuvieron de acuerdo en que el objetivo del país era crecer aceleradamente para alcanzar el desarrollo, y que la economía de mercado y su capacidad de crear riqueza deberían ser el eje conductor de ese proceso.
La diferencia entre ambas coaliciones estaba en el énfasis. El de la Concertación se enfocaba en utilizar al aparato estatal para ayudar a los grupos más desvalidos, con políticas públicas más redistributivas, mientras que el de la Alianza, en la velocidad del crecimiento económico y en eficiencia del uso de los recursos por parte del Estado.
Sin embargo, ese consenso se acabó con la llegada de la Nueva Mayoría (NM), que cambió el objetivo de desarrollo rápido, por la “luchas contra la desigualdad” y la “justicia social”, lo que requería “remover los cimientos del sistema neoliberal”, desconociendo que éste había sido el sostén de los éxitos de su antecesora, la Concertación.
Las políticas públicas propuestas por NM, como las reformas (Tributarias y Laboral) y la Educación Universitaria Gratuita, entre otras, y la reforma que se instituyeron, no sólo ponen freno al desarrollo económico, sino que también lleva al país a dar un abrupto giro en el camino que había estado recorriendo hasta ese momento.
¿Seguiremos la senda propuesta por Michelle Bachelet y la NM, insistiendo en que la desigualdad es el mayor problema del país y que el lucro es una lacra, o retomaremos el camino del crecimiento acelerado, aceptando que éste se consigue con afán de lucro, lo que efectivamente genera desigualdades, pero que a su vez mejora el empleo, los salarios y las condiciones de vida? Esa es la encrucijada actual.