Por Vesna Mandakovic, Directora Académica GEM Chile.
Cerca de un 50% de la población entre 18 y 65 años de nuestro país, tiene la intención de emprender en un futuro cercano. Más aún, un 24,2% de los adultos declaran estar en la fase inicial de alguna actividad de este tipo.
En los últimos años, cada vez se reconoce más ampliamente el importante rol que desempeña la actividad emprendedora como motor de desarrollo económico y fuente de generación de empleo de los países. Ello explica la creciente preocupación de los Estados por diseñar e implementar programas y políticas públicas que promuevan la generación de nuevos emprendimientos.
Naturalmente, Chile no ha sido indiferente a este proceso global. La necesidad de potenciar el emprendimiento se ha internalizado tanto en el discurso público como en el privado.
Este fenómeno está reflejado en los resultados del Global Entrepreneurship Monitor, cuyos datos muestran cómo se ha legitimado este concepto en los últimos años, transformándose en una opción de carrera deseable y también en un símbolo de estatus.
En efecto, cerca de un 50% de la población entre 18 y 65 años de nuestro país, tiene la intención de emprender en un futuro cercano. Más aún, un 24,2% de los adultos declaran estar en la fase inicial de alguna actividad de este tipo.
Sin embargo, no todos los tipos de emprendimiento son iguales, y por lo tanto, no todos tendrán un impacto positivo sobre el desarrollo económico.
Existe una percepción más o menos generalizada que identifica a la actividad emprendedora con los emprendimientos de alto impacto; aquellos donde el emprendedor logró reconocer una oportunidad en el mercado y creó su negocio para dar una solución al problema visualizado, generando productos o desarrollando procesos con altos niveles de innovación.
Pero como lo dijimos, no todos los emprendimientos son iguales.
También existen otros motivados por necesidad, donde quien lo crea decide iniciar un nuevo negocio porque no fue capaz de emplearse en el mercado laboral.
Estos emprendedores, que se ven forzados a iniciar un negocio por motivos de supervivencia, se caracterizan por tener un bajo potencial de crecimiento y sustentabilidad en el tiempo.
Incentivar a que más y más personas se conviertan en emprendedores no garantiza necesariamente un aumento del crecimiento económico o la generación de más empleos.
Porque, como hemos señalado, la realidad es más compleja. Un aumento en las tasas de emprendimiento puede deberse a un incremento en el autoempleo provocado por la precariedad y poca flexibilidad del mercado laboral.
Es por eso que al hablar de emprendimiento y al diseñar políticas públicas que lo promuevan, tenemos que hacernos cargo de la heterogeneidad que está contenida en el concepto.