Por Lorena Palomeque, Investigadora en Centro de Estudios en Economía y Negocios de la Universidad del Desarrollo.
Durante el 2016, la actividad económica en Chile fue de más a menos, creciendo tan solo 1,6% con respecto al año anterior. A nivel desagregado, fue el consumo de los hogares el que impulsó la demanda interna. Sin embargo, y en contraste, la inversión se contrajo.
Dos de los determinantes más conocidos de la inversión son los ingresos y los costos. Sin embargo, hay un tercer factor que también vale la pena resaltar, y son las expectativas futuras.
En cuanto a los ingresos, está comprobado que en episodios de desaceleración y baja generación de ingresos, la tasa de inversión en una economía estará determinada en gran parte por la tasa de variación de su producto nacional, por lo que una actividad lenta y débil, estará relacionada a tasas bajas de inversión. Respecto de los costos de capital, éstos también se consideran elementos esenciales de la inversión, debido, por ejemplo, a que las tasas de interés de créditos otorgados por instituciones financieras pueden llegar a ser un elemento clave para el desarrollo de una actividad económica específica.
A pesar de que estos 2 primeros determinantes son los más debatidos en el análisis económico y político en general, me gustaría centrarme también en el tercero: las expectativas futuras. ¿Por qué algo no tangible, como son las percepciones, puede llegar a ser un determinante esencial detrás de una decisión relevante? ¿Puede el miedo, el pesimismo o la desconfianza pesar más o igual que un factor tangible?
En el caso de la inversión, esto puede ser cierto más veces de las que uno creería, ya que detrás de una decisión de inversión; la confianza de los empresarios y la percepción que tengan respecto a su negocio y a la situación de la economía en general, podrían ser los gatillantes finales para un cambio de tendencia y la recuperación de la confianza al momento de volver a arriesgar capital, con la esperanza de recuperar los costos implícitos en el desarrollo de su actividad económica. Es decir, en la medida que los inversionistas y empresarios esperen y confíen en una recuperación efectiva de la actividad económica, podríamos ver nuevos vientos en la senda de crecimiento de la inversión en el país
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