Por Reinalina Chavarri M., Profesora de Ética y RS, Directora Observatorio de Sostenibilidad, Depto Administración, FEN. U. de Chile.
Los casos de colusión, cohecho, información privilegiada y corrupción de reciente conocimiento público en Chile, dejan ver que, más allá de las situaciones que debe dirimir la justicia, existe una dimensión ética (razón de prudencia) que involucra a los directivos de empresas públicas o privadas y también a sus políticas.
No es menos cierto que la ética aplicada a los negocios surge de la sociedad que más aportes ha realizado a la ciencia económica, especialmente la financiera. Estados Unidos, dio el vamos en materia de ética de los negocios con el caso ENRON, Worldcom y Nike.
El resto de la comunidad internacional atendió las señales y entre los grandes logros, la ética aplicada a los negocios y organizaciones pasó a convertirse en un pilar fundamental de las escuelas de negocios de las principales universidades del mundo.
Hoy es una evidencia que los directivos de las empresas son personajes significativos en el momento actual de la economía y de los negocios en Chile. Las malas prácticas han trascendido las fronteras de las organizaciones, cualquiera sea su tipo. El liderazgo de los ejecutivos y directivos de las empresas es del tipo social y por esto se espera de ellos que sea ejemplar.
Sabemos que mientras más desconfianza genera la conducta de otros líderes de la sociedad chilena, más virtud se espera de quienes dirigen las empresas o gremios. Solo así se podrá decir que la empresa es un espacio ético.
La empresa es una organización de nuestros tiempos. Por esta razón, se espera que la ética sea constitutiva de cómo se obtiene un “buen negocio” y no solo una referencia a los resultados finales. Si la empresa quiere recuperar legitimidad debe constituirse en un espacio ético, donde no solo los medios sean relevantes para comprender mejor los fines o resultados. Desde esta realidad, entonces, podemos decir que la Responsabilidad Social es la responsabilidad que la empresa asume con la sociedad en tanto pertenece a ella, está inserta en su trama económica, social y ambiental, y los impactos (positivos y negativos) son muy relevantes para los directivos y ejecutivos, entre ellos: relación entre sus trabajadores, alianzas duraderas con sus proveedores, eliminar emisiones y contaminación que afecte a la seguridad y salud de su comunidad local, rendir cuentas y ser transparentes con sus accionistas y reguladores. Es decir, asumir criterios de empresa ciudadana y responsable.
Una manera es poder instalar un direccionamiento ético, impulsado por un grupo de personas que colaboran para definir metas, KPIs e indicadores que demuestren en qué medida la empresa asume una conducta que genera identidad empresarial, que responde a las exigencias que la sociedad en su conjunto plantea.