María Olivia Monckeberg es una de las periodistas más respetadas y reconocidas del país, Premio Nacional de Periodismo, profesora titular de la Universidad de Chile y directora del Instituto de la Comunicación e Imagen (ICEI) desde 2010.
Enfocada en el periodismo de investigación, sus libros se han convertido rápidamente en “best seller” donde ha desmontado los entramados económicos y de influencia de entidades como el Opus Dei los medios de comunicación, la Iglesia, la UDI y, por supuesto, el lucro de las universidades.
Moncheberg explica como Chile tiene una muy baja capacidad de ahorro debido a la distribución desigual de los ingresos y a los gastos que deben afrontar: educación en los tiempos jóvenes y salud en los tiempos mayores.
Por eso el consejo que da a las familias al escoger la educación superior de sus hijos, es que se informen bien y no se dejen guiar sólo por la publicidad. “Además de la familia, debería existir en los colegios una orientación hacia el futuro”.
¿Qué nos puede decir sobre el funcionamiento de la educación superior en Chile?
Desde finales de los 80, cuando empezaron a surgir las universidades privadas, no se ha establecido una regulación. En una conferencia reciente el director del Instituto para la educación superior de la Unesco, Pedro Henríquez, se refirió al sistema de educación chileno y lo tildó de desajustado, complejo y caótico, precisamente por la falta de regulación. Esto se debe principalmente a los enormes intereses creados que se juegan detrás de los dueños de las universidades, muchos de ellos vinculados a grupos políticos y económicos importantes.
Encontramos universidades muy numerosas, con matrículas altas, y que han crecido en forma desproporcionada, como la Universidad Santo Tomás o la San Sebastián, pero que no son de personas dedicadas a la educación, sino de gente vinculada a grupos económicos o que han hecho negocio allí. Otro ejemplo es la Universidad del Desarrollo, menos numerosa, pero con un importante afán ideológico y político, ya que la mayoría de sus dueños son de la UDI, concretamente del “Grupo Penta”, el mismo que estuvo involucrado en el caso de corrupción del as boletas falsas que estremeció a este país en 2015.
Otro problema serio es que la gran parte de la educación se financia desde los bolsillos de las familias y el Gobierno, pero la gran mayoría de esta inversión va a parar a las arcas privadas. Sólo el 15% de las inscripciones del sistema está siendo cubierto por el Estado, y por eso una de las cosas complicadas es ese límite que existe al aumento de matrícula en las universidades públicas. Deberían poder incrementarse para que éstas pudieran absorber más gente, y de esta manera ayudar a los de menores recursos.
¿Cómo las familias se pueden planificar para financiar la educación universitaria de sus hijos?
Hasta ahora ha sido bastante complicado, debido a que los primeros financistas son las familias con el aval del estado o endeudarse en forma privada. Como periodista, simplemente puedo llegar al diagnóstico con los hechos que veo, pero no puedo decir qué deberían o no hacer.
Lo único que puedo aconsejar es que se informen bien, que no sigan solo la publicidad. Deberían indagar sobre cuáles son las mallas curriculares, cuántos son los años de acreditación de una universidad, cómo son sus instalaciones, el funcionamiento interno, a quién pertenece, etc. Estas son las preguntas que debería ver el postulante. Sin embargo, a veces esto es muy difícil, sobre todo en los estratos socioeconómicos de menos ingresos, ya que tienen también menor capital cultural. Por eso, además de la familia, debería existir en los colegios una orientación hacia el futuro.
Además, el financiamiento del mercado de las universidades se hace en función de la demanda. El sistema de “voucher” que funciona ahora es al más puro estilo de Milton Friedman y las teorías de Chicago. Los estudiantes van con un crédito con el aval del Estado y eligen el establecimiento al que llegan. El escoger así implica que no hay un sostenido financiamiento a la oferta, lo que impide que las universidades del estado puedan realizar las investigaciones o programas de docencia como deberían. Yo creo que la universidad debería tender a la gratuidad, ojalá total. Sin embargo, hoy día esto no es más que un ideal lejano. Habría que seguir discutiendo mucho más eso.
Esta proyección sobre la destinación de recursos para la educación de los hijos disminuye la capacidad de ahorro, ¿Qué instrumentos recomienda para poder planificar la vejez?
Yo creo que uno debe seguir trabajando en la medida de lo posible, no gastar en exceso o caer en el consumismo. Las pensiones de las famosas AFP a un trabajador, a un profesional son una porquería, con lo que te dan yo no podría dejar de trabajar. Por eso, el movimiento “No Más AFP” ha prendido tanto.
Existe muy poca capacidad de ahorro debido a la desigual distribución de los ingresos. Son tales los problemas de concentración de riqueza, que encontramos cómo apenas un 1% de la población tiene acceso a ese mercado del lujo, con vehículos últimos modelos, las marcas más increíbles,4 o 5 viviendas o una posibilidad ilimitada de viajar, frente a otros que deben sobrevivir con muy poco. Y esos otros son la gran mayoría de los chilenos.
Te vas a encontrar con un profesional que subsiste con su trabajo relativamente bien, pero que, en el fondo, ruega que no le toque una vejez muy complicada para que no tenga que gastar en salud lo poco que tiene ahorrado. Educación en los tiempos jóvenes y salud en los tiempos mayores. Emergencias, clínicas, hospitales, medicamentos, enfermedades crónicas, exámenes para mantenerte… todo es un gasto enorme.
Está muy difícil, ya que, por ejemplo, cuando una ISAPRE te quita el 7% del sueldo y ves que no alcanza, tienes que poner y poner, además. Si una persona de 60 o 70 años quiere tener un plan de salud digno y que le cubra sus gastos en ese ítem tiene que poner al mes aproximadamente 400.000 pesos, prácticamente lo mismo o más que una pensión. Hemos llegado a situaciones del absurdo.