En las multitudinarias marchas que llevan dos meses aconteciendo en el país, se ha podido ver una pancarta que estremece por la dureza de su mensaje: “el que no tiene plata en Chile, muere”. Pero, ¿cuánto hay de cierto en esta afirmación? ¿cómo funciona el sistema de salud chileno? Y lo más importante… ¿Cómo se podría mejorar?
Sistema público y privado
El sistema de salud chileno es mixto: compuesto por el sistema público universal (Fonasa), donde se encuentran las personas de menores recursos o quienes no tienen capacidad de contribución, y el sistema privado (Isapres), que funciona en base a un esquema de seguros.
El gran problema es que el 80% de la población se atiende en el salud pública, pero esta cuenta apenas con el 20% de los recursos; mientras, el 20% restante está en el sistema privado, pero se lleva el 80% del gasto total en salud.
El psiquiatra y académico de la Universidad de Chile Paul Vöhringer explica que las grandes diferencias entre ambos son de accesibilidad, atención, instalaciones y calidad de los médicos, ya que muchos prefieren trabajar en instituciones privadas donde pueden ganar el doble o el triple.
Es importante señalar que en el año 2016 entró en regla el Régimen General de Garantías Explícitas en Salud (GES), que garantiza la cobertura y atención inmediata a los pacientes de 80 enfermedades.
El experto explica que, si bien esta medida ayudó bastante, el resto de las patologías no GES han quedado totalmente olvidadas y, aunque Fonasa las puede cubrir, la lista de espera básicamente condena a esas personas.
Aparte de eso, los recursos estatales no se han destinado a fortalecer el sistema público, ya que, frente a situaciones de emergencia o sobrecarga de pacientes, la solución ha sido comprar camas a los privados a un alto costo. Es decir, el Estado ha preferido comprar ese piso a los privados antes que mejorar sus instalaciones propias.
La falta de eficiencia del Sistema de Salud
En los últimos 10 años, el presupuesto público de salud ha aumentado alrededor del 10% anual, al tiempo que la productividad ha bajado entre un 1 y un 2%. De hecho, Chile es uno de los países de la OCDE que más ha aumentado el gasto en salud, pero que menos ha aumentado los indicadores de satisfacción de la población.
“Hoy tenemos a 2 millones de personas en listas de espera de interconsulta de especialidades médicas y 250 mil en cirugías, pero el déficit fiscal y la deuda en los hospitales públicos sigue creciendo”, afirma el ex Superintendente de Salud Manuel Inostroza.
Para él, una explicación se define como falla de Estado, ya que los gremios de la salud capturan la gestión de los prestadores, en especial de lo hospitales, e impiden la modernización de la administración, no hay incentivos en la gestión de recursos humanos para aumentar la productividad.
Por ejemplo, un reciente estudio del Centro Nacional de la Productividad de Chile informa que los pabellones de los Hospitales durante 2016 y 2017 tuvieron un índice de ocupación del 58% y la primera cirugía en promedio en vez de partir a las 8 am partía a las 8:40 am.
Para acabar, también plantea el problema de la falta de un Seguro Público de Salud verdaderamente autónomo y el alto gasto de bolsillo (32%), del cual la mitad se destina a la compra de medicamentos. De hecho, Chile compra medicamentos hasta 24 veces más caros que otros países latinoamericanos (datos del Observatorio Internacional de Precios de Fármacos del Ministerio de Salud).
Cambios urgentes
Para el director del Instituto de Salud Pública UNAB, Héctor Sánchez, se debería crear un solo sistema de salud que funcione con la misma lógica, no segmentando por riesgo, edad, sexo y nivel de ingresos, como sucedía antes. Para eso, una opción viable sería crear fondos compensatorios por riesgos.
Este sistema debiera organizarse en torno a un Plan de Salud Universal que sea más eficiente y de mejores respuestas a las necesidades de la población de mayor riesgo, crónicos y tercera edad, y que incluya cobertura de medicamentos.
Para él, también se debería avanzar en una primera etapa a un modelo de seguridad social que esté estructurado por un seguro social público muy fuerte y que convierta a las Isapres en entidades privadas de la seguridad social que aseguren parte de la población.
Por último, se debería producir una transformación de la institucionalidad del sistema público prestador, para que el país democráticamente decida en una segunda etapa si quiere un sistema de seguridad social con un seguro de salud público, privado o mixto.
Lo bueno es que las reformas ya han comenzado; por ejemplo, el Presidente Sebastián Piñera anunció este lunes su Agenda Trato Justo, Dignidad y Anti Abusos que incluye la reducción del precio de los medicamentos y el fin a preexistencias y carencias en Isapres.
Además, este miércoles el Gobierno anunció el fin a la discriminación por género en las Isapres: hombres y mujeres pagarán lo mismo desde 1 de abril de 2020
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